Ya habíamos hablado anteriormente de los más ricos del mundo, según la revista Forbes, y en la lista de los millennials encontrábamos a Adam Neumann. Como se detalló en ese entonces, este joven hizo su fortuna cofundando (junto a Miguel McKelvey, que tiene un patrimonio de US$ 1.700.000.000) y presidiendo WeWork, una empresa que alquila espacios para coworking. Pero, ¿qué significa esto? ¿Y por qué alguien puede tener un patrimonio tan alto solo por el “alquiler de oficinas”? Para explicarlo, vamos a desarrollar el concepto, millennial por excelencia, en esta nota.
El coworking, también conocido como trabajo cooperativo, es una modalidad que permite a trabajadores y emprendedores de distintas especialidades, trasfondos, sectores, capacidades y habilidades, compartir el mismo espacio para generar, crear y desarrollar sus proyectos personales, al mismo tiempo que se crean vínculos y lazos profesionales que fomentan el desenvolvimiento de ideas y eventualmente, planes conjuntos.
Esto se puede ver reflejado en la formación de distintos tipos de relaciones, que pueden ser estables, como la unión de varios coworkers para desarrollar un concepto, o esporádicas, como consultas, opiniones e intercambios horizontales entre profesionales de la misma especialidad.
¿Cómo surgió la idea? En el año 2005, Bradley Neuberg, ingeniero de software, compartía su departamento, que a su vez era su espacio de trabajo, con otros dos programadores en San Francisco, California. De común acuerdo tomaron la decisión de “abrir” sus puertas a otros programadores y así, compartir la conexión a internet y el café. A partir de allí, empezó la fiebre del trabajo cooperativo que le da a quien trabaja en él, según Neuberg, “la libertad e independencia de trabajar para uno mismo, junto con la estructura y sentido de comunidad de trabajar con otros” y crea la atmósfera de una empresa, pero en la que sos tu propio jefe. Neuberg fundó Citizen Space, el primer espacio de coworking que se caracteriza por ser, según sus propias palabras, como un lugar que recoge lo mejor de una cafetería, como la energía y el entorno social, y lo mejor de un lugar de trabajo, como funcionalidad y productividad. Y si a esto le sumamos que suelen estar disponibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana y que además tienen el mejor equipamiento mobiliario, tecnológico y estético, y obviamente el gran valor humano, solo se trata de llegar y empezar a crear.
Por supuesto que alquilar en conjunto con otras personas un espacio con todo lo necesario para traer ideas y comenzar a desarrollarlas, acarrea una reducción en los gastos, pero además hay otros beneficios. Muchas veces los profesionales freelance trabajan en sus propios hogares y encuentran en estos espacios, una forma de salir del aislamiento que caracteriza el ejercicio de sus tareas, pudiendo compartir opiniones, ideas y experiencias o incluso crear relaciones cliente-proveedor (por ejemplo un diseñador gráfico con desarrolladores de páginas web, un fotógrafo con un periodista o un maquetador 3D con un arquitecto).
Como estos espacios muchas veces tienen profesionales que para mejorar su desempeño necesitan cualidades como originalidad y creatividad, por lo general existen ciertas salas que las fomentan. Habitaciones coloridas, terrazas con vistas panorámicas, lugares de relajación, paredes para escalar o diseños visualmente novedosos, que ayudan a concentrarse, inspirar y que puedan sacar lo mejor de sí. Algunas oficinas cuentan también con restaurantes propios que ofrecen la posibilidad de que cualquier persona pueda sentarse en una mesa y compartir durante el almuerzo, snack o cena, una charla con los profesionales que desarrollan sus actividades allí, lo que puede derivar en nuevas ideas o intereses, o simplemente en otro tipo de break para después continuar con el trabajo.
Como vemos, el coworking no se trata exclusivamente del alquiler de mesas o de oficinas, sino que va mucho más allá, promoviendo la conexión, la comunidad y las relaciones entre las personas. Es un nuevo paradigma de trabajo que va ganando terreno día a día. En Argentina ya hay varias oficinas de este tipo, pudiendo encontrar solamente en Buenos Aires, por ejemplo, más de 20 espacios que además del equipamiento, incluyen servicios como té, café o cerveza gratis, salas de juegos, parrillas, habitaciones de descanso, tubos que conectan los pisos superiores con los inferiores, videojuegos, ambientes pet friendly, etcétera. Puede que muchos trabajadores tradicionales no entiendan o compartan demasiado la idea, y esto puede deberse a la costumbre de trabajar en relación de dependencia, la convicción de que su especialidad les exige desarrollar sus actividades en ciertos espacios concretos o la creencia de que ese ámbito no es “apto para todo público”, pero la realidad es que el coworking llegó para quedarse. En 2 años, aumentó un 46% el número de personas que prefieren trabajar en este tipo de espacios, y en 2016 se abrieron más de 7800 oficinas en todo el mundo, un incremento de 36% respecto al 2015.
Escritores, abogados, diseñadores gráficos, de indumentaria e industriales, programadores, fotógrafos, poetas, arquitectos, ingenieros, ilustradores, fotógrafos, artistas, contadores, decoradores, publicistas, y prácticamente cuanta profesión u oficio imaginen, tienen espacio. Cualquiera que crea que este ambiente de trabajo es el necesario para emprender o perfeccionar una idea, tiene las puertas abiertas. Y por supuesto que las estadísticas que indican el gran aumento del uso de esta modalidad año a año, tiene su sustento. Instagram, Uber, Spotify, Indiegogo, Charity, Water, Duolingo o Wanderfly, son ejemplos de emprendimientos que nacieron o se desarrollaron en un espacio de coworking. Hace unos años, en una entrevista con la revista Forbes, Adam Neumann dijo que tenía intenciones de hablar con Elon Musk, el dueño de SpaceX, la empresa que busca revolucionar el mundo del transporte, desarrollando viajes aeroespaciales, para asegurarse una cosa: que cuando lleguen a Marte, le guarde un lugar para instalar oficinas de coworking. Y la verdad, Neumann la tiene muy clara: con esta modalidad de trabajo, evidentemente, el cielo es el límite.