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Esta semana, las redes y los medios explotaron con la noticia sobre Bianca, una estudiante de cuarto año de una escuela pública de Buenos Aires, que decidió ir sin corpiño a clases y la apercibieron.

Mucho se opinó sobre el tema: que si está bien, que si está mal, si es “provocativa”, que en reglamento no decía nada sobre corpiños, ¡hasta se metieron con su corte de pelo! Lo cierto es que el caso de Bianca amerita un debate y un conocimiento más profundo, sobre lo que está reglamentado, lo que se puede reglamentar y hasta dónde llega el derecho de intimidad de cada persona de usar (o no) la ropa interior que prefiera.

El debate sobre género expone y condena hoy, en nuestro país, cuestiones que antes se naturalizaban: cómo nos vestimos, cómo nos tratan, cómo debemos comportarnos. Acá, te mostramos la app de MuMaLá que busca visibilizar el acoso callejero (esos “piropos” y demás acciones que nos ponen incómodas y no tenemos por qué aguantar).

A partir del caso de Bianca, todos expusimos nuestro parecer y quedaron al descubierto algunas normas de vestimenta que, objetivamente vistas, no hacen al desempeño académico de un alumno. Todos recordamos esas “reglas” que se aplicaban (y cuyo incumplimiento sancionaban) sobre no poder llevar el cabello suelto, la pollera o guardapolvo hasta la rodilla, aros colgantes hasta cierto largo, etc. ¿Son realmente cuestiones que incidan en el estudio? ¿Presta más atención el que las cumple, que el que no lo hace?

Personalmente, me parece una exageración que una institución educativa tenga que poner por escrito la obligación de usar ropa interior dentro del establecimiento. Es algo tan íntimo, que escapa a la esfera de lo público, salvo que el no uso se haga público (por su obviedad).

En una entrevista, dijo la mamá de Bianca que a su hija no se le notaba a simple vista, que había que mirarla bien para darse cuenta de que no usaba corpiño ese día. Es más, otra compañera de curso tampoco lo estaba usando en ese momento y nadie le dijo nada. ¿Puede una escuela obligar a alguien a usarlo?

En Facebook y Twitter, muchas chicas denunciaron que incluso algo tan básico como el uso de short deportivo en las horas de educación física está prohibido. No hablamos de calzas ni de esos shorts súper cortos: la referencia es a esos que son de jogging, de un largo aceptable. ¿El motivo? “Provocan” a los varones. Las chicas tienen que usar pantalón incluso en los días de calor, cuando los chicos pueden usar tranquilamente prendas cortas de gimnasia. Ésta es la situación que se vive en muchos colegios, en los que las autoridades siguen señalando a las mujeres como causantes de su propio acoso.

estudiante sin corpiño
Sociedad – Bianca Schissi, la chica de dieciocho años que fue sancionada por ir sin corpiño a la escuela Foto: Fernando de la Orden

Estamos en otros tiempos, las reglas cambiaron. Sí, el código de vestimenta existe, y no sólo en el ámbito educativo: no vamos de short y ojotas a trabajar. No está mal que cada institución lo regule, pero en base al decoro y las buenas costumbres. Suele agregarse también la “moral”. Son palabras que se usan en lo jurídico, para referirnos a aquellos intereses de la sociedad en un determinado momento. Son conceptos indeterminados, porque es difícil que una norma jurídica pueda establecer qué son. Aquella que lo haga, pronto dejará de tener vigencia, ya que también son conceptos mutables con el paso del tiempo. Sabemos que antes (allá ité) era inmoral e indecoroso que una mujer mostrase sus tobillos.

Creo que es momento de replantearse varias cosas como sociedad. Condenar el no uso del corpiño tiene un trasfondo que muchos no quieren decir, al menos a viva voz: la sexualización (fuera de contexto) de los senos, las miradas lascivas, el acoso por parte de compañeros y profesores. Nunca faltan los que dicen: “bueno, entonces, anden en pelotas por la vida”. No es así, no hay por qué ser extremos. Es sólo entender que no podemos señalar lo “inmoral” en otra persona, cuando esa inmoralidad está adentro nuestro.

Quédense tranquilos, señores y señoras, no queremos ni nos interesa andar desnudas por la vida. Sí desnudar prejuicios y conceptos erróneos acerca de lo que está bien y lo que está mal. Actualicemos reglamentos, reveamos las normas cuyo fundamento es “porque siempre fue así”.

Todas las casas de estudio pueden establecer un código de vestimenta, esto es legal, lícito y necesario; pero hay cuestiones temporales y conceptos sociales que requieren, como mínimo, un debate. Es un desafío de la convivencia fijar de reglas claras, que tengan como cimientos el acuerdo de los involucrados y pautas basadas en la inclusión, con visión de género y despojadas de preconceptos. Haciendo a un lado las arbitrariedades y discriminaciones, se puede llegar a un código de convivencia que se haga respetar por el solo hecho de lo justo de sus normas (en las escuelas y en todos los ámbitos).

Es una pena que Bianca haya tenido que pasar por la exposición a la que se la sometió por no usar un simple corpiño, como si alguien se fijara si sus compañeros hombres usan o no ropa interior. Pero esa prenda de vestir que para muchas significa opresión, hoy significa una mirada diferente a la libertad de ser y nos encuentra como sociedad en un debate, por suerte, mucho más profundo.

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