Por Marcelo Moscatelli
“La verdadera disrupción no se produce cuando un problema se resuelve, sino cuando deja de ser relevante”.
Andreas Antonopoulos, autor, educador y speaker
En estos días de extrema volatilidad cambiaria, esta frase suena y resuena en mi cabeza cada vez que intento evaluar la situación. Es que sí, desde el surgimiento del Bitcoin, la volatilidad del dinero fiduciario, expuesto y sujeto a la política monetaria en sus diversas formas -que no es más que la manipulación de su oferta y demanda- ha dejado de ser relevante.
Recordemos que el Bitcoin en su protocolo, establece la oferta monetaria finita de 21.000.000, prescindiendo de una autoridad central que pueda modificar o alterar esta emisión.
Si analizamos las 3 funciones antropológicas del dinero, o dicho de otro modo, las funciones que los seres o las comunidades humanas atribuimos al dinero a lo largo de la historia, todos nos ponemos de acuerdo en estas tres:
- Medio de pago o de cambio.
- Depósito de valor.
- Unidad de cuenta.
1. Medio de pago o de cambio:
Para facilitar el intercambio entre las personas, es necesario que el medio de pago sea fácilmente transportable, fungible y aceptado por todos. Esto es principalmente como evolución y para evitar las ineficiencias del sistema del trueque.
2. Depósito de valor:
Para esto, necesitamos poder confiar en un bien que mantenga su poder adquisitivo a lo largo del tiempo. A lo largo de la historia contemporánea, la reserva de valor más común ha sido el oro, dada la acotada volatilidad del activo y la apreciación de su valor a través del tiempo, que responden directamente a la escasez de su oferta.
3. Unidad de cuenta:
Si el dinero es comunmente aceptado en una economía, es normal que los precios de los bienes y servicios sean calculados contra estea ctivo. Es decir, es la forma de medir y comparar el valor de las deudas y del las cosas en una economía.
Ahora bien, veamos cual de estas funciones cumple el peso argentino en la economía de nuestro país:
Podemos decir que la primera función de medio de pago/cambio, la cumple casi a la perfección debido a que es la moneda de curso legal y aceptada por todos, salvo en algunos casos puntuales, como puede ser la compra/venta de inmuebles.
Con respecto a las otras dos funciones, el dinero como reserva de valor o unidad de cuenta, en períodos de volatilidad, considerando que la variación del peso contra el dolar estadounidense puede llegar a ser mayor a 100% en un año, deberíamos admitir que, o no las cumple o cuanto menos las cumple muy deficientemente.
A principios de 2016 el BCRA decidió comenzar una política monetaria restrictiva, de absorción del sobrante de pesos a través de una tasa de interés real positiva, intentando frenar así el consumo, para detener la inflación. Esto implica aumentar el costo del dinero e incentivar a que la gente ahorre (en pesos) y deje de consumir.
La restricción del dinero implica intervención, deuda, y es el remedio a un problema, pero no puede extenderse al infinito. La política monetaria restrictiva debe ser consecuente a su vez, con una política fiscal también en ese sentido, es decir, de reducción de gasto estatal y su
contrapartida de baja de impuestos, para que las personas mantengan el incentivo a invertir en la economía real y con esto se dé el aumento de la oferta de bienes y servicios, que luego vamos a necesitar para poder relajar las tasas, soltar dinero y que este no genere inflación. Básicamente es la
propuesta de Milton Friedman para resolver los problemas de inflación en Estados Unidos.
En Argentina queremos implementar esto, pero alterando una variable clave, ya que la política fiscal no se contrae sino que se mantiene estable o es expansiva, sumado a que arrastramos déficit fiscal, somos conocidos por nuestra inseguridad jurídica, y contamos con infraestructura y servicios que poco tiene que ver con los impuestos que cobramos. Es decir que, en este contexto, Argentina es muy poco atractiva y genera poco incentivo a los inversores para producir y aumentar la oferta de bienes y servicios de laceconomía real. Así las cosas, la tasa de interés más que un remedio, puede llegar a ser un veneno contraproducente, ya que de no aumentar la oferta de bienes y servicios, la emisión para cancelar la deuda generada por la tasa
estaría siendo absolutamente contra nada y generaría una inflación aún mayor a la contenida por este lapso de tiempo.
El sendero comenzado por el BCRA de restricción de pesos a principios de 2016 con una tasa de interés del 38%, evidentemente no fue consecuente con el achicamiento fiscal, lo que conllevo a que el mercado, tras no detectar una baja en la expectativa de inflación, ponga el freno en el 26,25%, en abril de 2016, cuando las tasas se mantuvieron por 6 meses en esos niveles, y luego, debieron subir primero a 29% y luego sin parar, y con sobresaltos, hasta la tasa que tenemos hoy del 60%.
Volviendo al contexto y a la situación actual, hoy tenemos un dolar a $38 (100% más caro que a principio de año), que se devalúa hasta 35% en un mes.Tenemos una tasa de interés del 60% que todavía intenta mantener el incentivo a la compra de pesos, y con una economía en recesión, lo que quiere decir que la oferta de bienes y servicios, no solo que no crecerá, sino que además se deprimirá, y la política fiscal que sigue en expansión creando nuevos impuestos donde antes no había.
Además, tenemos un Banco Central que interviene el mercado y sale a licitar dolares al precio que quiere fijar, dolares de “reserva”, cuando estamos recurriendo al FMI y somos incapaces hoy de generar estos dolares genuinamente, porque gastamos mucho más de lo que recaudamos.
Otra vez, no queremos dejar que el mercado se exprese y queremos frenar artificialmente la suba del activo dolar. Lo cual puede ser relativamente bueno en el cortísimo plazo, pero es altamente perjudicial en el largo plazo. Implica, entre otras cosas, que el sector privado no pueda financiarse o para poder hacerlo tenga que pensar en tasas mayores al 60% (costo de capital), que el peso Argentino siga siendo fuerte, o manteniendo un precio contra el dolar que no es el que el mercado está pidiendo que tenga, e implica, además mayor inflación a futuro porque incentiva a que la gente compre pesos, contra nada, porque repito, la economía Argentina se deprimirá al menos en 3% sobre el PBI.
Visto y considerando este contexto, y volviendo al inicio de la cuestión, si comparamos al peso argentino contra el Bitcoin tomando en cuenta las funciones del dinero, es insoslayable que, al haber nuestra moneda devaluado más de 100% en lo que va de 2018 y más de 1.300% en 15 años, difícilmente pueda cumplir las veces de reserva de valor. Mientras que, el valor de un bitcoin comenzó siendo 0 en 2009, y hoy vale 6.400 dolares, con el pico de 20.000 a fines del 2017.
Como unidad de cuenta, es muy dificil, por no decir imposible saber los precios en pesos en la economía Argentina. Las metas de inflación eran de 12%, luego de 15%, después de 17% y hoy el gobierno apuesta, cómo algo bueno, tener menos de 40%, que igualmente será muy dificil que lo logre. Nadie, salvo algunos pocos, previeron un dolar a $40.
En este contexto, la teoría desarrollada por Hayek de que los precios cumplen una función informativa, que contienen y transmiten información, es casi impracticable. Perdemos noción de que vale cada bien o servicio, porque nuestra unidad de cuenta es altamente volatil y a su vez manipulada por las autoridades centrales sin sustentación alguna.
Frente a esto, tenemos el Bitcoin, una moneda de emisión controlada y que es de gobierno descentralizado, exenta de cualquier autoridad central que pueda alterar su oferta o demanda arbitrariamente.
Que vale, lo que naturalmente el mercado está diciendo que tiene que valer en cada operación de compra o de venta, y que cada vez es más aceptada por comerciantes, tiendas online o prestadores de servicio como medio de pago.
En no muchos años, cada vez más viviremos y entenderemos la frase de Andreas Antonopoulos, ya no intentaremos encontrar una solución al problema, porque el problema habrá dejado de ser relevante.