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El próximo 10 de mayo se presentará “Didáctica y Pedagogía de la Educación Secundaria de jóvenes y adultos” en el Stand 1.520 de la 45 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Uno de los co-autores de este libro editado por Noveduc es Kevin Morawicki, quien fue entrevistado por Lucas Argüello y Nahuel Vogel en el marco de un proyecto escolar desarrollado en 2016. Ese año estuvo marcado por movilizaciones juveniles que sorprendieron a la ciudad de Puerto Rico y que evidenciaron, a partir de ahí, la creciente participación de los jóvenes en la vida pública misionera.

¿Hace cuánto escribís, y qué te motivo a hacerlo?

Empecé a escribir mientras estaba en la mitad de la secundaria. No tengo recuerdo exacto de cuándo, creo que lo más exacto sería decir que fue mientras cursaba el cuarto año.

¿Por qué crees que es importante la lectura y escritura en los jóvenes como canal de
expresión?

Porque amplía la comprensión de la experiencia y del sentido del mundo en el que se vive. Y porque facilita que esa comprensión se produzca junto a la sensibilidad. Y cuando uno es joven es muy importante hacer algo con la emoción, con los sentidos, y dejarse atravesar por las sensaciones, incluso cuando estas sensaciones sean de dolor o de miedo. De lo contrario, pueden estancarse adentro de uno y generar infinitas dificultades en la inserción social. ¿Qué más importante que hacer algo con eso que nos pasa? Las familias no siempre pueden o quieren hablar de aquello que les está causando dolor, y a veces ni siquiera son conscientes de que han sepultado algunos asuntos. Para los jóvenes esos vacíos son particularmente perjudiciales. Por eso escribir es un modo de objetivar esos temas delicados que no están del todo dichos y, por lo tanto, son también un modo de asumirlos. Creo que lo peor que nos puede pasar, a los jóvenes y a los adultos, es que aquello que por alguna razón nos preocupa o nos lastima se haga fantasma. Algo fantasmagórico es, por definición, aquello ante lo cual no tiene sentido hacer algo, como si fuera una fatalidad. Y la única fatalidad es considerar que algo es fatal. La literatura puede abrir caminos para salir de esos atolladeros y ayudar a transitar caminos distintos a la resignación.

¿Qué papel crees que juega y podría jugar la escuela secundaria en el desarrollo
cultural de los jóvenes?

Mucho. Sin dudas mucho. Pero no es fácil. Quizás la comunidad tuviera que darle una mano a la escuela. Al menos para lo que sería la formación cultural y ciudadana, la cual, si bien también necesita de los contenidos curriculares de la escuela, es mucho más amplia. Si hablamos de formación cultural creo que los docentes también tendrían que leer más, al tiempo que multiplicar sus experiencias artísticas. Pero volvemos a lo mismo de siempre: no le podemos pedir a la escuela y a los profesores lo que no le pedimos a los dirigentes en general. Por otra parte, creo que tendríamos que hacerlo no por los resultados que implicaría, sino porque es algo lindo de ser realizado. Porque si el desarrollo cultural no se conecta con el placer, tanto jóvenes como adultos a la larga dejan de hacerlo.

¿A esta altura de tu vida, que proyecto o idea te gustaría realizar?

En el corto plazo tengo que culminar la tesis de doctorado en la que estoy embarcado. Tal vez me gustara tomarme uno o dos años de descanso en las ciencias sociales para después retomarlas más renovado, y en cambio metele de lleno a la producción literaria y agrícola. Pero por razones institucionales es mejor que me doctore antes de cualquier otra cosa, supongo.

Por tu experiencia en revistas, radios, y espacios de comunicación, ¿qué
mensaje le darías a los jóvenes que participan en los espacios de comunicación
escolares?

Que traten de encontrar el punto en el que hacer algo se conecta con la satisfacción de hacerlo. Ni hacerlo por responsabilidad únicamente, ni solamente porque “queda bien” o porque es algo correcto. Hacer un buen producto o imaginar un proceso e intentar llevarlo a cabo (por más humilde que éstos fueran), da mucha satisgacción, es algo impagable para una persona. Otra cosa que diría a los jóvenes que participan de proyectos de cualquier tipo es que se cuiden entre todos. Eso es algo que suele perderse en las experiencias colectivas. En las instituciones y proyectos de los adultos, muchas veces se pierde el cuidado del otro. Creo que el esfuerzo y el desafío que implica el trabajo colectivo es algo subvalorado en nuestras sociedades. Y el trabajo colectivo suele pagarse a costo de desavenencias personales. Hay una ética del cuidado del otro que es clave. Aunque a veces haya diferencias o algún compañero nos saque de quicio o lo que sea, es importante que el proyecto colectivo sea la plataforma para estar juntos a pesar de esa dificultad.

En muchos de tus ensayos y textos haces un análisis muy profundo de la cultura en los jóvenes, ¿qué es para vos lo que une a los jóvenes con la expresión cultural y artística?

El espíritu de época. En la juventud se suele condensar el espíritu de una época. La juventud de los años 60 (quienes por otra parte inauguran a “la juventud” como tal en occidente) dio cuenta de la transformación radical de la sociedad, tanto en el orden cultural como en la producción económica. Unas décadas después, pasó algo similar. El desasosiego que atravesaron los jóvenes que crecieron en el contexto de la crisis orgánica de finales del siglo XX supieron que lo terrible no era sólo la devastación, sino la imposibilidad de poder decirlo, de poder hablar acerca de eso que estaba pasando y que carcomía las relaciones sociales, institucionales y familiares. Los proyectos de futuro eran reemplazados por las formas de superviviencia del presente. Muchos de los que suponían que irían a estudiar tuvieron que volverse a sus casas mientras que otros no pudieron hacerlo. Muchos vieron a sus padres enfermarse. El mercado laboral se redujo en indicadores que superaban el 20% de desocupación con picos de 30%, y entre el sector juvenil esos valores se duplicaron. A pesar de esa densa crisis general que tenía a la cultura política en el centro mismo de la cuestión, los jóvenes eran objeto de pánico moral y de denuncia. Todo ese proceso histórico tuvo a la juventud como su emergente más notorio: el espíritu de aquella época se manifestó de diversos modos en la juventud, generalmente con potencia y también con desesperación. El desafío, creo yo, es que eso no vuelva a pasar nunca más.

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