Por Diego René Martín
No es novedad que Carlos Rovira tiene una obsesión: anticiparse. Lo viene demostrando desde hace años, en silencio, sin discursos altisonantes. Mientras en otros distritos del país la educación sigue anclada en manuales del siglo pasado, Misiones avanza con una ley inédita: integra la Inteligencia Artificial al sistema educativo de manera transversal. No se trata de un piloto aislado en una escuela urbana. Es una ley. Y es misionera.
Pero esta historia empezó antes. Mucho antes de que ChatGPT se convirtiera en palabra de moda, Rovira fue el primer político que utilizó IA para un posteo en redes sociales. Lo hizo para saludar a la comunidad educativa de cara al inicio del ciclo lectivo en 2023, con una imagen que, vista hoy, parece simple, pero fue premonitoria: una nena en un aula, acompañada por un pequeño robot. La postal tenía algo de ciencia ficción, pero también de diagnóstico preciso. “El futuro de nuestras jóvenes generaciones se construye en las aulas. El verdadero poder que transforma la sociedad está en el conocimiento. Feliz inicio del ciclo lectivo 2023, con educación moderna y disruptiva para todos los misioneros.” Esa fue su forma de decirnos: esto se viene, y Misiones va a estar preparada.
Ahora, esa visión toma forma institucional. La nueva normativa busca que la Inteligencia Artificial no sea un lujo de elite, sino una herramienta pedagógica al alcance de todos. En su fase inicial, se aplicará en el nivel secundario, generando evidencias concretas del uso de IA generativa en contextos reales. Y a diferencia de otras propuestas que confunden tecnología con marketing, esta ley se mete en lo que realmente importa: cómo enseñar mejor, cómo aprender distinto, cómo pensar el aula como un espacio de futuro.
¿Hay riesgos? Por supuesto. Toda disrupción trae resistencias y preguntas legítimas. Pero lo inteligente —y acá la palabra vale doble— es regular para que la tecnología no desplace al humano, sino que lo potencie. Por eso la ley pone al estudiante “en el principio, en el medio y al final de la ecuación”, como se aclara en su articulado. Un enfoque que habla de responsabilidad, no de improvisación.
Rovira lo resumió con claridad: “Preparar a los estudiantes y a todos los ciudadanos para vivir y trabajar de forma segura y efectiva con la Inteligencia Artificial es un reto compartido a nivel mundial”. Y es cierto. La diferencia es que, mientras muchos aún discuten si la IA es buena o mala, Misiones ya la está enseñando. Con criterio. Con estrategia. Con ley.
La política educativa no se mide solo por cuánto se invierte, sino por la dirección que se elige. Y hoy Misiones, otra vez, vuelve a elegir el futuro.