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Treinta y dos años después del rugido original de Spielberg, la franquicia de Jurassic Park sigue viva. O, mejor dicho, sigue vendiendo. “Jurassic World: Rebirth” se presenta directamente como un reinicio –lo dice desde el título– y no se anda con vueltas: esto es fórmula pura, nostalgia comprimida y, claro, dinosaurios hambrientos.

Con dirección previsible y una trama que no se esfuerza en sorprender, el film consigue lo que busca: ser un entretenimiento de verano que empuja a las multitudes al cine. No hay reinvención, no hay riesgo, y tampoco parece importar. El público no busca arte, busca rugidos, carreras y dientes gigantes. En eso, “Rebirth” cumple.

Scarlett Johansson, la estrella de turno, encabeza el elenco de esta nueva aventura jurásica producida por Universal Pictures y Amblin Entertainment. A su lado, un conjunto de personajes intercambiables intenta sobrevivir a una nueva catástrofe dinosauril. Todo ambientado, una vez más, en un ecosistema artificial donde la ciencia sale mal y el caos toma el control. Nada nuevo bajo el sol.

El crítico estadounidense Ty Burr fue claro en su reseña: le otorgó 2.5 estrellas sobre 5 y comparó la película con una medicina genérica: mismo efecto, menor esfuerzo. Y sí, la comparación es precisa. Esta nueva entrega no innova, pero funciona. Porque los reflejos pavlovianos de la audiencia siguen intactos: suenan los tambores, ruge el T-Rex, y la sala se llena.

En tiempos donde la industria del cine lucha por reinventarse, Jurassic World: Rebirth decide no intentarlo. El guion se limita a unir puntos conocidos y el desarrollo apuesta más por los efectos especiales que por el desarrollo de personajes. El resultado: una cinta completamente predecible, pero visualmente impactante. Como un parque de diversiones que ya conocemos pero al que, igual, volvemos por costumbre.

Los comentarios del público reflejan esa dualidad: nostalgia por la original de 1993 y decepción por la falta de ideas nuevas. Pero a la vez, muchos reconocen que sigue siendo una opción válida para desconectar y pasarla bien. Especialmente en vacaciones de invierno, cuando las salas necesitan productos que aseguren butacas ocupadas.

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