⭐⭐⭐ Días siendo campeones del mundo: 1053 | ★★ Días siendo bicampeones de América: 478

Alejandra “Locomotora” Oliveras murió este lunes a los 47 años tras haber permanecido dos semanas internada en terapia intensiva por un ACV en el Hospital José María Cullen de Santa Fe. La campeona mundial múltiple, ícono del boxeo femenino argentino y figura carismática fuera del ring, se convirtió en leyenda mucho antes de este triste final.

Nacida en Jujuy, criada en Córdoba, madre joven y peleadora desde la cuna, Alejandra fue campeona del mundo en seis ocasiones. Su récord fue contundente: 33 victorias (16 por nocaut), tres derrotas y dos empates en 38 peleas. En 2006, hizo historia al vencer por nocaut a la mexicana Jackie Nava en Tijuana, marcando la primera victoria internacional de una boxeadora argentina.

Pero quizás la pelea más recordada por el gran público fue la derrota en el Luna Park ante Marcela “La Tigresa” Acuña en 2008, duelo que se convirtió en un hito del boxeo femenino nacional. Aunque no pudo ganarle, la “Locomotora” supo construirse un nombre propio, con una impronta desafiante, popular y sin filtros.

“Yo les gané a las mejores. Las quiero y las respeto, pero la mejor soy yo”, declaraba con una mezcla de orgullo y picardía que la volvió irresistible para sus seguidores.

Tras colgar los guantes en 2017, lejos de replegarse, la Locomotora encontró nuevas formas de pelearle a la vida. Influencer, motivadora, conductora, figura mediática, participante del “Bailando por un Sueño” y, más tarde, activa militante política.

En 2021 se postuló como diputada nacional. En 2024 fue convocada por la ministra Patricia Bullrich para integrar la Dirección Nacional de Seguridad en Eventos Deportivos, y más recientemente había sido electa para la convención que analiza la reforma constitucional en Santa Fe. Iba a asumir el lunes 14 de julio, día en que sufrió el ACV que terminaría por apagar su energía inagotable.

Su historia fue todo menos común: nació en la pobreza, fue madre adolescente, vivió violencia de género, peleó en plazas, se entrenó con lo que había, y nunca dejó que el dolor la venciera. “Soy una Rocky mujer, pero de verdad”, solía decir.

Lo decía con razón. Porque fue una campeona, sí, pero también una sobreviviente. Y su muerte deja un vacío en el corazón del deporte argentino.

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