El pasado lunes 30 de abril de 2018, el diario El País de España, publicó un artículo titulado “Por qué los hombres violamos”. Desconocemos la real intención de la publicación. Explicar biológicamente el comportamiento machista, tal vez, o –como se acusó a su autor- justificarlo.
La nota comienza ya con una bomba de determinismo biológico: el hombre viola porque, en parte, no puede controlar su testosterona. Reduciendo así a los varones a la más pura genitalidad animal, a un comportamiento “imposible” de controlar. Frente a eso, las mujeres no tendríamos más remedio que rogar nunca cruzarnos con un hombre, ¡porque no podrían frenar el impulso de violarnos!
La culpa no sería directamente del hombre que viola, sino de su condición biológica. Jurídicamente hablando, podríamos decir que el “pobre” violador es inimputable. No podría aplicársele pena alguna, ya que estaría cometiendo un delito sin poder evitarlo, por una condición ajena a su voluntad.
El artículo continúa exponiendo que, además de la testosterona, existe otro componente del complejo entramado violador: la sensibilidad del hombre ante los cambios en su entorno. El avance de la tecnología, que dejó a miles de hombres con pocos o sin estudios fuera del sistema, hace a su potencialidad violenta. Y que según los antropólogos, cuanto mayor sea el número de mujeres en un entorno, el hombre dejará de construir relaciones saludables con las mujeres, para pasar a preferir el sexo esporádico y la violencia.
Entonces, el avance lógico de la humanidad hacia una mayor tecnología, la evolución misma, tiene como consecuencia la violencia machista. “El hombre es el lobo del hombre”, dijo Hobbes. Te lo reformulo, querido filósofo: el hombre es el lobo de la mujer.
Me da la impresión de que es como si tuviéramos que pedir disculpas por habernos entrometido en “un mundo de hombres”. Quedarnos todas en nuestras casas y dedicarnos a la administración hogar (y no digo que esté mal, ¡admiro a las mujeres que lo hacen!) sería una solución para que paren de violarnos. Porque el hogar es de la mujer; en casa, no nos violan. No nos obligan a tener sexo nuestras parejas, en casa no podemos decir que seamos víctimas. ¿Cierto?
Es interesante el giro que toma el artículo, al ofrecer “soluciones” al hombre violador. Si leemos detenidamente, vamos a ver que desde el inicio, el autor, cuando expone las razones de por qué los hombres violan, afirma categóricamente cada uno de sus enunciados.
Pero en el párrafo final, nos da una esperanza, conjugada en verbo condicional: “Educar en la igualdad de género, AYUDARÍA a liberar a los hombres de dos estresores que alimentan nuestra conciencia: los corsés emocionales y la competitividad extrema. Así, SERÍAMOS menos violentos” (las mayúsculas son propias). Léase: quizás sí, quizás no.
Lo siento, chicas, los hombres nos van a violar siempre. Al final, pareciera no estar tan mal eso de que nosotras nos lo buscamos, por salir con pollera corta, por andar solas por la calle o en lugares donde no deberíamos. El hombre no puede hacer nada para evitarlo: nos ve y nos viola. Siempre van a existir aquellos que, o no tengan tanta testosterona, o su sensibilidad no sea tan marcada. En esos casos, ¡no todos!, es posible que no nos elijan.
Da pena (por no decir rabia) ver que un periódico así se atreva a publicar una nota donde sí, sin dudas, justifica la violación por causas no volitivas y totalmente ajenas al sujeto. Ellos no pueden elegir, la naturaleza y el entorno lo hacen por él. No pueden frenar su erección, no pueden evitar “poseer” a esa hembra que osó estar en tiempo y lugar equivocados. Esa mujer es mía, ahora. Estoy determinado a eso, ni yo puedo parar.
El 3 de mayo, el autor de este artículo, Víctor Lapuente Giné (@victorlapuente), salió a dar respuesta a la ola de críticas. Dijo que en realidad, su objetivo era criticar el determinismo biológico y subrayar que el entorno sociocultural es la clave sobre la que podemos actuar.
Dicho en pocas líneas, expresa que lo que dijo no es más que resultados de estudios científicos que, nos guste o no, arrojaron esas conclusiones. Nadie investigaría si no pudiese estar abierto a que lo que salga al final del túnel no sea lo que esperábamos. ¿En conclusión? Nos guste o no, las causas son esas. Y punto.
Podemos discrepar en la interpretación del texto, pero déjenme decirles que en ningún lado vi la crítica al determinismo. Lo expuso como algo que pasa, algo natural y que no se puede modificar. Habría una solución, sí, que es la educación en igualdad de género. Habría. Lo otro, es.
El artículo llegó justo en el momento en que en España salió la sentencia contra “La Manada”: cinco amigos de entre 24 y 29 años que, en 2016 en la fiesta de San Fermín, violaron a una chica de 18. Lo habían planeado en su grupo de Whatsapp y además, filmaron todo. Los jueces no consideraron que haya habido violación, sino solamente abuso (es decir, no hubo violencia ni intimidación, según el Código Penal español). La víctima declaró que en ese momento entró en shock y no opuso resistencia. Esto fue tomado por los jueces (todos hombres), que entendieron que no hubo violencia, ya que al encontrarse en ese estado, prácticamente, “se dejó”.
Me niego a creer que un hombre realmente no pueda no violar. Pero en la realidad, ¿no pueden? ¿o no quieren?