En un par de días, todas las redes sociales, las charlas de café, los canales de televisión y prácticamente cuanto puedan imaginar, van a ser monotemáticos: empieza el mundial de fútbol. Desde el partido inaugural, el 14 de junio, hasta la gran final, que será el 15 de julio, 12 estadios diferentes de Rusia albergarán las esperanzas e ilusiones de 32 selecciones de los 5 continentes.
Pero esta nota no es para hablar de fútbol, tarea que dejamos en la mano de nuestros noteros futboleros, como el análisis que hizo Federico de los convocados por Sampaoli para defender los colores de nuestra camiseta.
En la previa del mundial, te vamos a contar una historia que quizás desconocías. El preciado trofeo que en la actualidad se lleva el campeón del mundo, llamado como no podía ser de otra forma, “Copa Mundial de la FIFA”, es el mismo desde el Mundial de Alemania Occidental en 1974, y por lo tanto, es el mismo que levantó Mario Kempes en el ´78, Maradona en el ´86, Zidane en el ´98 o Andrea Pirlo en el ’06. Igual aclaremos que, contrario a lo que se cree, el trofeo original solo es entregado y levantado al momento de la premiación, pero el que la selección campeona se lleva a su país es una réplica (bañada en oro y no de oro sólido), y está establecido que nadie la puede adquirir de forma definitiva.
Esta aclaración fue necesaria, porque para el primer mundial, en 1930, era otro el trofeo que levantaba la selección ganadora: el Jules Rimet (llamado así en honor a un ex presidente de la FIFA que colaboró para la organización y magnificación de las primeras copas del mundo), y fue estipulado en ese entonces, que aquel país que ganara la copa tres veces, se la llevaría en propiedad. En 1970, Brasil se consagró tricampeón, y como tal, adquirieron el derecho a conservar para sí el preciado premio, pero ya vamos a llegar a esa parte.
Hecho de oro puro con una base azul de lapislázuli (una gema de color azul ultramar), medía 35 centímetros de altura y pesaba 3.8 kgs, y se componía de una copa octagonal, sostenida por una figura alada representando a Niké, la diosa griega de la victoria.
Uruguay, en 1930, fue el primer seleccionado en levantarla. Luego, vino el doblete de Italia: 1934 y 1938. Y ahí empezó la conocida a la postre como “la maldición del Jules Rimet”. Al ser campeones, el trofeo viajó al país italiano en 1938, en plena Segunda Guerra Mundial. Para evitar su robo por parte de Alemania, el vicepresidente de la FIFA sacó el trofeo que se encontraba en un banco, y lo escondió en una caja de zapatos debajo de su cama. Por suerte, su cuestionable estrategia fue exitosa: logró impedir que se apoderaran de él.
El siguiente mundial fue en 1950 y lo volvió a ganar Uruguay. Luego, Alemania y 2 veces seguidas Brasil. Para la edición de Inglaterra 1966, el trofeo fue puesto en exhibición en un centro comercial de la ciudad de Londres. A pesar de la intensa y constante vigilancia, el 20 de marzo desapareció. El caso atrajo la atención de medios de todo el mundo, y la Scotland Yard, la policía inglesa, una de las más prestigiosas del mundo, no tenía hilo alguno del cual ir tirando para dar con el paradero del premio. Sin embargo, una semana después en un barrio del sur de Londres, terminó la agonía: Pickles, un perro que era paseado por su dueño, olió algo raro entre unos arbustos y resultó ser el Jules Rimet envuelto en papel de diarios. Otra curiosidad: su dueño se llevó un cheque por 6000 libras esterlinas como recompensa (cifra que actualizada, representa aproximadamente 170.000 libras esterlinas, lo que a una cotización de aproximadamente 30 pesos, totalizan más de 5 millones), y además ese año Inglaterra salió campeón, siendo Pickles el invitado de honor al banquete, quien además protagonizó más tarde ese mismo año, una película, demostrando que las sensaciones de la noche a la mañana no son un producto exclusivo de internet.
En la edición inmediatamente posterior, Brasil volvió a consagrarse campeón, y como tal, adquirieron el derecho a quedarse con la copa. Pero 13 años después, nuevamente fue robado durante una exhibición de la confederación brasileña de fútbol, en Río de Janeiro. Al igual que unos años atrás en Inglaterra, no había pistas sobre su paradero, y como no fue hallada, se sospechaba que podría haber sido fundida. Finalmente, la investigación dio con cuatro hombres que, al ser detenidos, confesaron y confirmar las peores sospechas: el trofeo, efectivamente había sido fundido. Una pequeña nota de color: el instigador de la banda, era argentino. Posteriormente, los ladrones fueron juzgados y condenados.
Un detalle final: en un sótano del edificio de la FIFA, en Zurich, Suiza, fue hallado en 2015 la base original del trofeo durante sus primeras 4 ediciones, por lo que algo se salvó. Igualmente, el paradero del Jules Rimet seguirá para siempre como un misterio sin resolver.