Millones de venezolanos luchan cada día con una realidad angustiante, tratando de sobrevivir: El caos económico híperinflacionario es tal que en Caracas, el Metro (el sistema de transporte subterráneo), no les cobra el pasaje a sus usuarios por una razón simple: no tiene recursos ni para importar el papel con el que se hacen los boletos. Además la devastadora y salvaje inflación convirtió los 4 bolivares del pasaje en una cifra ridícula, porque al no actualizarse desde hace años esa suma equivale a la décima parte de un centavo argentino. Ese valor es tan ínfimo, si algún pasajero paga, los empleados rompen los billetes como harían con los pasajes y luego los dejan pasar.
Retrasos, suciedad, falta de iluminación, aire acondicionado y unidades, así como fallas en las escaleras mecánicas y demás servicios, forma parte de lo que se deben enfrentar los ciudadanos que diariamente utilizan el Metro de Caracas.
Los carteles escritos a mano se repiten boletería tras boletería en las estaciones del Metro de Caracas. “Cerrado”. La indicación no impide el uso del servicio de transporte, pero desde hace unos meses nadie tiene que pagar por usarlo.
El medio europeo destaca que los boletos, unos cartoncitos amarillos con una franja marrón, se agotaron y no ha sido posible por parte de la empresa estatal importarlos nuevamente. Además, la escasez de efectivo hace inmanejable pagar una tarifa subsidiada, que se ha mantenido sin aumentos por años y que la inflación ya se ha devorado totalmente.
La compañía no ha vuelto a comprar los rollos de boletos, porque no tiene recursos ni para eso, y tampoco ha querido actualizar la tarifa a un monto más justo y eso se refleja en el gran deterioro que tiene el sistema”.
Alberto Vivas de la Asociación Civil Familia Metro que agrupa
a extrabajadores del subterráneo que hacen monitoreo a su funcionamiento.
El Metro funciona gratis porque no hay cómo cobrarlo y tampoco hay quién pueda hacerlo. La migración ha impactado fuertemente a la empresa estatal, que hace dos años tomó la decisión de suspender la tramitación de renuncias en su departamento de personal, para intentar frenar el éxodo masivo de trabajadores especializados.