Hace un par de meses en la Universidad de Catalunya, Alejandro Piscitelli confesaba: “El presidente de la Cámara de Diputados de una provincia pequeña de Argentina me habló de Pinker. ¿Se imaginan? Un político de raza, que lee a Steven Pinker? Yo casi no sé que hago. Me tiraba al piso. No podía creer. “. Piscitelli hablaba de Rovira, un distinto en el mundo de la política.
Y ahora en las escuelas de Misiones se fomentará el desarrollo de habilidades emocionales. Así como lo ves. Será incorporada en el diseño curricular de manera sistemática y transversal, tanto en el ámbito público como en el privado. Se abordarán temáticas como autoestima, autoconciencia, autoconocimiento, autocontrol y empatía. También buscarán reconocer las dimensiones biológica, psicológica, social y espiritual. La frutilla del postre es que se integrarán los recursos de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs).
La ley, sancionada este jueves por la Cámara de Representantes, crea una comisión transdisciplinaria que será la encargada de capacitar a los docentes, diagnosticar la salud socio-emocional de la institución educativa y promover técnicas de aprendizaje e interacción en relaciones intra e interpersonales; entre otras funciones.
La norma aprobada integra el proyecto presentado por los diputados María Inés Rebollo y Carlos Rovira con otra propuesta presentada por el exlegislador Raúl Revinski. La diputada fundamentó su propuesta refiriéndolo al Proyecto Misionerista, el cual “demuestra una vez más sus ansias por continuar a la vanguardia, en ‘educación’, considerando indispensable la enseñanza de la ‘educación emocional’ en la currícula de todos los niveles educativos”, según expresó en los fundamentos.
Para Rebollo, la educación emocional y la inteligencia emocional son “una valiosa ayuda para encarar con mayores posibilidades de éxito los retos a que se enfrenta el sistema educativo”. “Debemos educar a nuestros hijos para ser felices, para que el gobierno de sus sentimientos sea su aliado desde sus primeros años de vida, creando una sociedad de jóvenes exitosos más justa para los misioneros”, concluyó la legisladora.
Famoso por su frase: “La clave para alcanzar un alto cociente intelectual colectivo es la armonía social”, Daniel Goleman fue quien lo popularizó, y luego trabajó, el concepto de inteligencia emocional. A lo largo de diferentes trabajos y conferencias sostiene que “gran parte de nuestras acciones y de nuestra toma de decisiones se apoyan en el procesamiento afectivo”. Para este enfoque, lo afectivo y lo cognitivo no son elementos disociados o contrapuestos, sino que “se apoyan entre sí para facilitarnos la adaptación”.
Muy poco nos sirve un cerebro brillante y un elevado cociente intelectual si no entendemos de empatía, si no sabemos leer emociones propias y ajenas (Che ¿lo podemos aplicar a la política también?). Ser, lo que se dice, extranjeros del propio corazón y de esa conciencia social donde aprender a conectar, a gestionar el miedo y a ser asertivos es dejar a un lado valiosas capacidades. Por esto es que la inteligencia emocional es -en el mundo de hoy- un pilar esencial para ser felices.
Fue en 1985 cuando apareció por primera vez el término “inteligencia emocional”, gracias a la tesis doctoral de Wayne Payne, la cual llevaba por título “Un estudio de las emociones: el desarrollo de la inteligencia emocional”. Solo 10 años después, un psicólogo y periodista norteamericano, el mencionado Daniel Goleman, inició algo que aun no se detiene y que nos hizo descubrir a todos el gran poder que las emociones tienen sobre lo que somos, lo que hacemos y en cómo nos relacionamos.
¿Qué es realmente la inteligencia emocional?
Esta dimensión responde a otro modo de entender la inteligencia mas allá de los aspectos cognitivos, tales como la memoria o la capacidad para resolver problemas. Hablamos ante todo de nuestra capacidad para dirigirnos con efectividad a los demás y a nosotros mismos, de conectar con nuestras emociones, de gestionarlas, de auto-motivarnos, de frenar los impulsos, de vencer las frustraciones.
La inteligencia emocional comienza con la conciencia de uno mismo y también con la conciencia social. Es decir, cuando somos capaces de reconocer las emociones (y su impacto) en todo lo que nos rodea.
Asimismo, supone entender que gran parte de nuestros comportamientos y decisiones se basan en emociones. El ser humano es una criatura emocional que un buen dia aprendió a pensar y a razonar. Este puede parecer un aspecto algo polémico pero no está exento de verdad. Entederlo, asumirlo nos permitirá tener un mayor control sobre nuestro comportamiento.
La asociación Educación Emocional Misiones manifestó su agradecimiento por la aprobación del Proyecto de Ley en la Legislatura misionera. “Hoy Misiones tiene una ley de Educación Emocional que abre un espacio más para repensar los procesos educativos”, expresaron.
Las dimensiones que conforman la Inteligencia Emocional según Daniel Goleman son cuatro:
1) Autoconciencia emocional: nuestra capacidad para entender lo que sentimos y de estar siempre conectados a nuestros valores, a nuestra esencia.
2) Automotivación: es la habilidad para orientarnos hacia nuestras metas. De recuperarnos de los contratiempos y focalizar los recursos personales en un objetivo.
3) Empatía: nuestra forma de relacionarnos e interaccionar hay un aspecto que va más allá de las palabras. Hablamos de la realidad emocional de cada uno. Esa que se expresa con gestos, con un tono de voz particular, con determinadas posturas, miradas, expresiones. Descifrar todo ese lenguaje y ponernos en el lugar del otro.
4) Habilidades sociales: aprender a relacionarnos con los demás y comunicarnos con efectividad. Tambien esta es la dimensión donde se aprende a manejar los conflictos y las diferencias.