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Geográficamente situada en Europa del este, entre Rusia y Letonia y separada por el Mar Báltico de Finlandia y Suecia, yace Estonia, un país que cuenta con 1.300.000 habitantes y no es mucho más grande que la provincia de Misiones. Históricamente un país nórdico, su anexión a la Unión Soviética le hizo perder ese estatus, permaneciendo como miembro observador (y todo indica que dentro de no mucho volverá oficialmente a la lista junto con su vecino, Letonia). Las estadísticas indican que es el “país menos religioso del mundo”, ya que más de la mitad de su población se declara sin religión o atea, y solo un 12% considera que la religión es una parte importante de su vida.  Pequeño, con una modesta cantidad de habitantes y sin ser tan reconocido mundialmente como sus vecinos, ha logrado que grandes potencias económicas como Japón o Singapur, tomen nota de lo que han venido logrando en estos últimos años.

Allá por 1991, la República de Estonia tímidamente se declaraba nuevamente independiente, esta vez, de la Unión Soviética. En ese entonces, la mitad de su población no disponía siquiera de un teléfono fijo. Pero con la independencia, vino la apertura al mundo. Y se lo tomaron en serio: en 1997, más del 95% de las escuelas de ese país estaban conectadas a Internet, y un par de años después ya eran el 100%. De hecho, Estonia es el país que tiene mayor cobertura proporcional de WiFi en todo el mundo. Pero no se trata de la conexión por la conexión misma, sino de simplificación y agilización: todo trámite que pueda hacerse online, se hace online.

¿Declarar impuestos? Checked. ¿Historia clínica actualizada digitalmente cada vez que vayas a cualquier médico matriculado del país? Checked. ¿Votar? Checked. ¿Firmar documentos y contratos? Checked. ¿Presentar una demanda o pruebas en una causa judicial, publicar proyectos de ley o sacar turno para evitar hacer filas? Todo checked. Otro ejemplo: el 97% de las operaciones bancarias, se realizan a través de internet. Los estonios resumen la increíble cantidad de gestiones burocráticas que pueden hacer en forma digital diciendo que son únicamente tres los trámites que te exigen estar presente físicamente en el lugar y portando tu documento: casarte, divorciarte y vender un inmueble.

En agosto del año 2000, el gobierno de Estonia declaró el acceso a Internet como un servicio básico universal, y empezó a tener reuniones de gabinete bajo el sistema “papel cero”, utilizando un sistema de bases de datos conectadas por la red. Asimismo, los ciudadanos pueden acceder a través de internet a un detalle de los gastos efectuados por el Estado, con la descripción de los mismos (casi como en Argentina, ¿no?). Además, teniendo en cuenta el concepto de la digitalización al que aspiraban, al que llamaron e-Estonia, no se limitaron a propugnar doctrinas e ideas que tan solo un grupo podría manejar, sino que desde el gobierno central organizaron cursos de informática y acceso a internet para adultos, con el objeto de que las facilidades y beneficios sean accesibles para el total de la población. Es así que lograron por ejemplo, que el 95% de sus habitantes hagan sus declaraciones impositivas en línea.

En el marco de la telefonía móvil, Estonia tiene redes digitales a lo largo y a lo ancho de la totalidad de su territorio y posee un promedio de 1,23 líneas por cada habitante. Además, el celular se convirtió, a través de operaciones bancarias móviles, en un medio de pago habitual para los habitantes del país. Desde taxis a hoteles, más de 1000 establecimientos ofrecen la posibilidad de utilizar el teléfono para efectuar las transacciones, y estos lugares están marcados con un sticker que dice en el idioma local “Pagá con el móvil”.

En el aspecto educativo, las escuelas tienen acceso a un centro escolar virtual, que es una de especie de comunicación entre los hogares y los colegios, a través de la cual se fomenta la participación activa tanto de padres como de alumnos en el proceso de estudio, dando información sobre lo aprendido, permitiendo hacer un seguimiento de las calificaciones obtenidas, acceder al contenido de las clases, ver las tareas de los alumnos, etcétera. Un sistema muy copado y moderno, pero bastante buchón.

Pero como si todo esto no fuera poco, los estonios fueron más allá y ofrecen a extranjeros la posibilidad de obtener la ciudadanía digital. Aclaremos antes, que esto no implica ser ciudadano estonio, por lo que no se puede, por ejemplo, votar, ni exime de la necesidad de una visa para los países a los que se la requiere, pero por el pago de 100 euros y obviamente a través de internet, uno presenta su solicitud y luego retira su certificado de e-ciudadanía en las embajadas de Estonia de distintos países, o bien puede ir personalmente a buscarla a la ciudad de Tallin, su capital.

Como e-residentes estonios, se puede sacar una cuenta en un banco (en ese país, algunas entidades bancarias no tienen sucursal alguna, todo es online), abrir una empresa virtual en un tiempo estimado de 18 minutos, (hay prestadores de servicios que se encargan de proveer una dirección física a la misma), leer y firmar contratos digitales (a través de un programa que provee el gobierno) o declarar y pagar los impuestos en 5 minutos, todo esto, sin moverte del living de tu casa, estés en el lugar del mundo que estés. Lo cierto es que la ciudadanía digital implica, en síntesis, la posibilidad de que cualquier persona de cualquier país del mundo pueda hacer uso de la mayoría de los servicios a los que tienen acceso los ciudadanos estonios (y por ende de la Unión Europea) sin tener que visitar físicamente el país.

Tal es la importancia que el Gobierno le dio a este programa que por ejemplo Carlos Miceli, un emprendedor argentino, fundador de la Escuela de Nuevos Aliados y primer argentino en aplicar y recibir la ciudadanía digital, cuando la obtuvo en mayo de 2015 subió una foto a Twitter, y la misma fue retwitteada por el entonces presidente, Toomas Henrik Ilves.

Y esto, en síntesis, es Estonia. Consignado por muchos como el prototipo de país moderno y a lo que deberían aspirar otros Estados en cuanto a modernización, celeridad burocrática y sobre todo, a transparencia. El país, que lidera la estadística de mayor cantidad de start-ups per cápita en el mundo, tiene como objetivo llegar a 10 millones de ciudadanos digitales para el 2025. El exponencial crecimiento que tuvo en los últimos años, hizo que a Tallin la conozcan como “el Silicon Valley europeo”. A pesar de tener un número similar de habitantes que Posadas, la cantidad de emprendedores que arriban allí a desarrollar sus ideas hizo que en esa ciudad haya a la fecha más de 10 espacios para coworking. Aplicaciones como Skype o TransfeWise vieron su génesis en este país, que apuesta a la digitalización como medio de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos y apertura de sus fronteras. Y mientras tanto en 2018, acá, a más de 12.000 kilómetros de distancia, todavía luchamos para pagar una pizza con tarjeta de débito.

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